Llamarás a mi puerta, sediento de mí y yo te
inventaré una y mil veces sembrando las ganas en mi piel. Dibujando cada
línea, cada contorno, cada trazo con la yema de tus dedos. Sombreando con
maestría cada perímetro de mi cuerpo.
En tu silencio, que hoy se hace mío
y se vuelve eterno, fantaseo con tus ansias por satisfacer cada uno
de mis deseos. Comí y bebí de ti, te complací y a gabela pagué mi
diezmo.
Espacio finito que perdí, mientras
colonizaba cada milímetro de tu piel. Acogida a un retiro voluntario,
tiempo muerto, que oscila dentro de un bucle cerrado. Quizás un día,
seas tú, quien vengas a lamer mi indiferencia.
(Ana)
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