A
menudo se quejaba de su mala suerte, quería volar,
pero
nunca soltaba la soga que le ataba los pies al suelo,
cada
vez que intentaba desprenderse de ella,
una
fuerza mayor la sujetaba al suelo con fuerza.
Hasta
que un día, sin más, logró romper esa cuerda,
se
desprendió de su triste mirada, soltó los miedos,
su
pelo negro voló al viento, por fin sonreía,
era
ella, dio el paso que le hace volar.
Ya
no quiere parar, no quiere detenerse ante nada ni nadie,
y
cada día es más libre de sí misma.
Atrás
quedaron los lastres,
solo
mira hacia adelante.
(Lilith)
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