Esta
mañana no descubrí el elixir de la vida eterna
ni el antídoto contra el veneno de la indiferencia;
que la cura de las ansiedades es algo de paciencia,
que el odio cae de rodillas ante las cosas tiernas.
Esta mañana no escribí el mejor o más triste poema,
tampoco elevé una sentida plegaria al Todopoderoso;
sencillamente me ha sorprendido el abrazo milagroso
que consigo trae todo aquello que no se espera.
Esta mañana amanecí en tu aroma perfumado,
de tu perfecta armonía felizmente enamorado;
dueño de un corazón de latidos desbordantes,
de un corazón concebido únicamente para amarte.
ni el antídoto contra el veneno de la indiferencia;
que la cura de las ansiedades es algo de paciencia,
que el odio cae de rodillas ante las cosas tiernas.
Esta mañana no escribí el mejor o más triste poema,
tampoco elevé una sentida plegaria al Todopoderoso;
sencillamente me ha sorprendido el abrazo milagroso
que consigo trae todo aquello que no se espera.
Esta mañana amanecí en tu aroma perfumado,
de tu perfecta armonía felizmente enamorado;
dueño de un corazón de latidos desbordantes,
de un corazón concebido únicamente para amarte.
(Fabián Ruiz)
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