Y su alma enmudeció…
Cuando mirándole a
los ojos le decía que lo amaba
y se
mantenía impasible ante aquellas palabras.
Entre
sollozos lo llamó a gritos, más no acudía
y su herida, se
hacía más grande, cada día.
Derramó lágrimas,
ante tanta indiferencia,
y llevando con
rabia su mano al pecho…
De un
puñado arrancó el pellizco de su ausencia
dolerás hoy,
pero no mañana, corazón maltrecho.
Se
hará fuerte (como tú le dices, de piedra,
como tú eres)
y dejará un
día de quererte…
(Lilith)
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