jueves, 28 de mayo de 2015

Llega un nuevo siglo, y yo me pregunto.



Gastamos más, pero tenemos menos,
compramos más, pero apreciamos menos,
las casas son más grandes, pero las familias más pequeñas.
Adquirimos más conocimientos, pero menos sabiduría.
Nos enorgullecemos con más títulos, pero carecemos de sensibilidad.
Tenemos más expertos, pero mayores problemas.
Nos acostamos tarde, amanecemos cansados, leemos poco, vemos demasiada televisión, y oramos casi nada.
Hemos incrementado las posesiones, pero reducido nuestros valores.
Sabemos apurarnos, pero no esperar.
Podemos limpiar el aire, pero seguimos contaminando el alma y la mente.
Conocemos a más gente, pero tenemos menos amigos.
Hemos hecho cosas más grandes, pero no necesariamente mejores.
Tenemos más medios de información, pero tenemos menos comunicación.
Hemos viajado a la luna, pero se nos hace difícil cruzar la calle para conocer al vecino.
Hemos conquistado el espacio exterior, pero nos hemos alejado de nuestro espacio interior.

Llega el nuevo siglo y yo, me pregunto...

La vida.



La vida canta en nuestros silencios y sueña en nuestro sopor. Aún cuando estamos vencidos y tristes, la Vida está entronizada en lo alto. Y cuando lloramos, la Vida sonríe a la luz del día, y es libre aún cuando arrastramos nuestras cadenas. Muchas veces la nombramos con nombres amargos, pero sólo cuando nos sentimos amargos y oscuros.

Y la juzgamos inútil y vacía, pero sólo cuando el alma vaga por lugares desolados y el corazón esta ebrio de excesiva preocupación por sí mismo. La Vida es profunda y alta y distante; y aunque vuestra vasta visión apenas alcance a sus pies, ella está cerca; y aunque sólo el aliento de vuestro aliento llegue a su corazón, la sombra de vuestra sombra cruza su rostro y el eco del más débil de vuestros gritos se convierte en su pecho en otoño y primavera.

Y la vida está velada y oculta, así como está oculto y velado vuestro ser más íntimo. Pero cuando la Vida habla, todos los vientos se vuelven palabras; y cuando vuelve a hablar, las sonrisas en nuestros labios y las lágrimas en nuestros ojos se hacen palabras también. Cuando ella canta, los sordos oyen y quedan cautivados; y cuando viene andando, los ciegos la ven y se quedan pasmados, y la siguen maravillados y atónitos.

La soledad.



La soledad, muchas veces, es el camino por el cual el destino quiere conducir al hombre hacia sí mismo. Por eso, ama tu soledad cuando tengas que enfrentarla, convivir con ella. Es en esa situación cuando a veces se encuentran todos los caminos.

Siempre hay algo por lo cual estar feliz. Mantén tu corazón y tus ojos bien abiertos; de manera que puedas disfrutar las pequeñas alegrías a tu alrededor; estas crecen rápidamente hasta que todo se transforma en regocijo y tu corazón siente que estallará de alegría. Cuando irradias alegría y con ella pensamientos positivos, contagias a los demás y la esparces como un regalo.

Si en una relación de dos, hay uno que no progresa, quiere decir que no ama. Amor debe ser fuerza, poder de respaldo, confianza, estímulo, iniciativa y respeto. Si así se da el amor, viene innegablemente el progreso.

La magia del amor.



La magia del amor a la vida puede hacer milagros en tú vida.

Suelta... suelta... suelta... las limitaciones, los “no” o, los “no puedo”

Siempre puedes, no me digas que no puedes, ¿Tú quieres?

Si quieres que la magia de la vida esté latente en ti entonces “si puedes”. Si no quieres y buscas excusas para no hacer esas cosas que te da la vida... Está bien, pero ya no te mientas, la vida es un río que pasa bajo el puente de tu existencia y no se detiene hasta que un día ya ni te enteras que se secó.

Ve por lo que desees, no te quedes... Forja, crea, ama Deja tu regalo al mundo, ya no te impongas limitaciones

Pon tus pesares y tu cuerpo a descansar en las almas de un ángel de la luz ¿Cómo?... simple solo hazlo...

Con Amor a la vida y mi deseo para ti hoy... Sé feliz, que tu felicidad no esté basada en personas o cosas.

Se feliz contigo misma(o).

Huellas



Soñé que caminaba por una playa larga con el Señor y que en el cielo se iban reflejando escenas de mi vida pasada.

En cada una de ellas veía siempre huellas de dos personas sobre la arena, unas eran las mías y las otras las del Señor.

Cuando se reflejó la última escena de mi vida, miré hacia atrás. Noté que en muchas ocasiones a través del sendero de mi vida, había sólo un par de huellas y también noté que eso sucedía durante las épocas y momentos más tristes y dolorosos de mi vida.

Le pregunté al Señor el por qué de aquello: "Señor, tú me dijiste que una vez que yo hubiera decidido seguirte, siempre estarías a mi lado en el camino. Pero he notado que cuando yo más sufría, sólo había un par de huellas y no entiendo por qué me abandonaste cuando más te necesitaba".

El Señor me respondió: "Hijo amado, yo nunca te abandonaría en tus tiempos de prueba y sufrimiento; cuando tú has visto sólo un par de huellas, era que yo te cargaba en mis brazos".